Actualmente, nos hallamos inmersos en un cambio de rumbo sin precedentes en la historia de nuestra economía. Un cambio que debe alejarnos de los combustibles fósiles y la emisión neta de gases efecto invernadero para evolucionar hacia una estructura climáticamente neutra. Según los acuerdos alcanzados a nivel internacional, los objetivos de reducción de emisiones de efecto Invernadero son de un mínimo del 55% en 2030 para poder alcanzar la neutralidad climática en 2050.
Los compromisos adquiridos por los estados y su transposición a la normativa van a tener un impacto muy importante en la economía mundial. Además, obvia decir que ningún Estado podrá alcanzar los objetivos fijados sin contar con el firme compromiso de su tejido empresarial para avanzar en la misma línea. Así pues, ¿Qué deben hacer las empresas españolas para avanzar en la senda de la descarbonización y alcanzar la tan ansiada neutralidad climática en 2050?
En primer lugar, debemos empezar por medir nuestra propia huella de Carbono. En poco tiempo entrarán en vigor nuevas normativas climáticas que obligarán a cualquier empresa a disponer del dato exacto de las emisiones de gases de efecto invernadero que han generado. Anticiparse a ello beneficia a las empresas, reduciendo sus consumos y aumentando su eficiencia energética ya que identificar consumos superfluos potencia su efectividad en el proceso productivo o en servicio prestado. Todo ello se traduce en un ahorro económico que proporciona una ventaja competitiva indiscutible posibilitando un crecimiento económico sostenible.
Por definición, una empresa se considera “carbon neutral” cuando compensa o elimina las mismas emisiones de Dióxido de carbono (CO2) que emite. Es “carbón negative” cuando, mediante iniciativas de reducción, compensación y/o absorción puede reducir más emisiones de Dióxido de carbono (CO2) que las que genera. Mientras que una empresa es “net zero” cuando fija sus objetivos de reducción basándose en la ciencia “Science Based Target” y, además, ha eliminado sus emisiones residuales del resto de gases de efecto invernadero de la atmósfera. Hay que aclarar que las compensaciones no reducen el valor absoluto de las emisiones por lo que no permiten alcanzar el objetivo “net zero”.
El proceso de descarbonización se inicia con la implantación de diferentes medidas de ahorro que permiten reducir la demanda de la energía. En este sentido es vital buscar el equilibrio entre eficiencia energética, bienestar y seguridad de los usuarios. Para ello se fomenta la aplicación de altos estándares en ambientes interiores, como en lo referido a la calidad del aire, la iluminación o estilos de vida saludables. Todo ello mejora el bienestar, la productividad, la seguridad y la satisfacción de las personas que viven o trabajan en los edificios.
Dejando de lado normativa vinculante existente, como el CTE, que p. ej. ya obliga a regular la iluminación en zonas cercanas a ventanas, existen, otras muchas medidas de apoyo a la eficiencia energética, que van desde ayudas y subvenciones promovidas por el IDAE, el Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico (MITECO) a certificados energéticos de iniciativa privada como el LEED, BREAM, etc., que impulsan nuevos modelos de auditoría sobre la sostenibilidad de edificios nuevos o existentes. Estos certificados analizan rigurosamente multitud de parámetros facilitando a inversores, propietarios, gestores y usuarios información muy valiosa sobre los edificios. Información que permite adoptar políticas de sostenibilidad y de revalorización de estos.
Gracias a las cuantiosas inversiones desplegadas en los últimos años, el sector logístico en España ha alcanzado un grado de madurez y excelencia remarcable, convirtiéndose, actualmente, en una actividad estratégica a seguir también dentro del plan de reducción de consumos y emisiones CO2 del país. Aunque la gran diversidad de instalaciones existentes hace difícil modelizar con precisión el consumo energético especifico de la actividad logística, si tomamos como base el documento del IDAE del 5/11/2003, “Sector de edificación” perteneciente a la estrategia de ahorro y eficiencia energética en España 2004-2010, podemos identificar los principales consumos dentro un centro logístico como sigue: refrigeración (33%), iluminación (29%), calefacción (28%) y ventilación (10%) entre otros.
La gran superficie de las instalaciones logísticas y el alto peso específico del consumo en iluminación en ellas conllevan la necesidad de contar con una gestión eficiente de la iluminación que permita optimizar el balance energético y económico de estas actividades económicas. Para ello, se recomienda implementar sistemas de iluminación inteligente, que aprovechen al máximo el aporte de luz natural y tengan en cuenta la presencia o no de personas en la zona.
Un buen diseño de iluminación debe incluir necesariamente un sistema de control adecuado. Más allá de la propia iluminación, los sistemas de control juegan un papel fundamental en las instalaciones, permitiendo automatizar funciones que reducen los costes energéticos, mejorando la sostenibilidad y seguridad y adaptándose a las necesidades de los diferentes espacios. Adicionalmente, los sistemas de control permiten, también, medir el consumo realizando un seguimiento de este que evite derroches.
En general, los sistemas de control de iluminación están compuestos por sensores (de presencia y crepusculares) que toman datos en diferentes zonas de manera sistemática. En base a los datos recopilados, el controlador principal envía las órdenes pertinentes a las luminarias. El controlador dispone de un microprocesador que, partiendo de los datos y aplicando un algoritmo, decide en cada momento cómo ajustar o no la potencia de consumo y en qué medida.
La correcta definición de las zonas a controlar es un aspecto básico a la hora de diseñar el sistema, ya que determina sobre que zonas actúa cada controlador. Una zona de control se define como una o más luminarias supervisadas simultáneamente por un punto de control. Cuantas más zonas de control se definan mejor será la adecuación y flexibilidad y, por tanto, mayor el ahorro energético que se genera. Las zonas se definen habitualmente en función de las tareas a realizar, su flexibilidad, el uso del espacio, los equipos de iluminación, etc. Así, por ejemplo, en un centro logístico siempre será muy importante diferenciar los pasillos de estanterías, de la zona de picking o de los muelles de carga por citar algunos ejemplos.
El cambio a iluminación LED en combinación con el despliegue de un buen sistema de control inteligente puede generar una reducción en el consumo eléctrico de iluminación de hasta un 90%. Hay que tener en cuenta que reducir el tiempo de encendido en función de la presencia e integrar el aporte de luz natural por lucernarios o ventanas disminuyen considerablemente el consumo de energía. Además, el menor tiempo de uso va a revertir en una prolongación de la vida útil de las luminarias. Además, aún en el caso de que la instalación ya cuente con iluminación LED, implementar un sistema de control nos permite reducir todavía más el consumo de energía (hasta un 60% adicional), haciendo buena la premisa de que la energía más barata es aquella que no se consume.
Si, además, el control de iluminación se integra con otros sistemas del edificio, como por ejemplo HVAC, accesos, videovigilancia etc. puede alcanzarse un 10% de ahorro adicional, que no solo impacta en iluminación, sino también sobre el resto de los consumos (calefacción, aire acondicionado, ventilación, etc.)
En conclusión, nuestros edificios son parte fundamental de nuestra actividad económica y, por tanto, piezas clave en la descarbonización de nuestra economía. La automatización de edificios y, en concreto, el control de iluminación contribuye activamente a una gestión energética eficiente y sostenible, que además mejora la experiencia de sus usuarios creando lugares de trabajo más agradables y seguros.
Luis Claver Bernal
Country Manager B.E.G. Hispania S.L.U.